Dicen que Nueva York es una de las capitales del jazz a nivel mundial, y que escuchar jazz en Nueva York es una experiencia única. Mi padre es un gran aficionado al jazz y no quise perder esta oportunidad para hacer algo totalmente diferente.
Escuchar Jazz en Nueva York
El listado de bares dónde escuchar jazz en vivo en Nueva York es largo. Algunos son muy famosos, otros están escondidos en bares «clandestinos» que por la noche se llenan de música. Esa no era mi idea, ni por presupuesto ni por horarios.
Un día, desayunando, vi este vídeo que me dio la idea definitiva: ¿puede haber algo mejor que un concierto de Jazz en casa?
Ya habíamos experimentado los conciertos en el salón con músicos locales en Ciudad del Cabo, también de jazz, y los conciertos Sofar, secretos y gratuitos, en Barcelona. En un espacio reducido e íntimo, dónde prácticamente escuchas la respiración de los artistas. De inmediato me pareció un planazo para terminar nuestro viaje a Nueva York y busqué más información. La poca que encontré me llevó a una dirección: Parlor Entertainment Jazz At Marjorie Eliot’s, en pleno barrio de Harlem.
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Domingos musicales en Harlem
El barrio de Harlem se situa al norte de Central Park, a partir de la calle 110. Durante mucho tiempo ha sido uno de esos barrios olvidados de Nueva York, a los que la gente no iba por exceso de prejuicios, al estar habitado por la mayor comunidad afroamericana de America del Norte.
Sin embargo en los últimos años se ha convertido en una parada obligatoria en una visita a Nueva York debido a las misas de góspel, en muchas de las cuales aceptan las visitas de turistas. En el barrio hay iglesias de todas las congregaciones, pero casi todas ellas tienen algo en común: ¡los domingos por la mañana hay concierto!
Puedes consultar los horarios y las condiciones de acceso a cada iglesia en este currado post de Guías Viajar.
Al planear el viaje a Nueva York, aposté por la música para el domingo, combinando la misa matinal en Harlem con el concierto de jazz, unas cuantas calles más arriba (por unas cuantas calles me refiero a 27, así que lo mejor es coger el bus 103 utilizando la tarjeta ilimitada de la MTA, de la cuál hablamos aquí)
Para hacer algo de tiempo, puedes pasearte por la preciosa calle de Sylvan Ter, con unas casitas de madera clónicas que parecen sacadas de un escenario de cine.
Sundays at the Triple Nickle
The Triple Nickle. Así es como los artistas del barrio (e incluso de Nueva York) conocen el edificio dónde Marjorie ofrece sus conciertos religiosamente cada domingo. Por el pequeño apartamento han pasado importantes artistas de la escena del jazz, en un concierto muy especial. Está recogido en este documental de 12 minutos, una preciosidad a nivel visual.
¿Por qué hace conciertos gratuitos?
El hijo de Marjorie, Phil, murió un domingo hace 25 años. Ella quiso honrarlo con música. Al principio, movían el sofa y ponían las sillas contra las ventanas. Pidieron a los amigos y vecinos que subieran al apartamento 3F de la tercera planta, y desde allí creció. Creció tanto que los domingos hay cola, convirtiendose así en la iglesia de Margie, porque la música es como una religión, y otra forma de comunicación entre Phil y Marjorie. Convirtió un momento duro y triste en una bonita tradición, en la que todos podemos ser partícipes.
No hay respuestas, no hay un por qué.
Pero según Marjorie, con la música nunca estás solo.
¿Cómo asistir a un concierto de Marjorie?
Supongo que después de los dos vídeos y la explicación, quieres ir a uno de los conciertos de jazz en el salón de Marjorie Elliot, en Harlem. Cada domingo, a las 15.30, ella abre las puertas de su apartamento para deleitarnos junto a su banda, con un concierto gratuito de unas dos horas de duración.
Sin reserva
Hay que recordar que estamos ante una iniciativa privada (¿qué puede haber más privado que un concierto en el salón de tu casa?), por lo que no es posible reservar. Simplemente llegar puntual, sobre las 15 de la tarde (si llegas demasiado pronto, no abre nadie). En el interfono están todos los pasos a seguir, escritos en una nota a mano. Hay que marcar el 107.
Como hay que llegar pronto, nos toca esperar en el modesto pasillo del tercer piso, que poco a poco se empieza a llenar de gente de diferentes procenencias pero con algo en común: ganas de escuchar un buen concierto de Jazz.
Un concierto de jazz en el salón
Con una puntualidad británica, a las 15.30 abren la puerta del apartamento, en el cuál hay puestas filas de sillas plegables, llenando todo el salón y dejando libre el espacio en el que se colocará la banda.
Al entrar encontramos el salón montado Marjorie Elliot nos recibe
Marjorie nos da la bienvenida y nos explica, con la voz temblorosa, que este concierto está dedicado a una persona muy especial, y nos da las gracias por haber asistido y ayudarla a hacer el momento más fácil. A partir de aquí, se pone a las teclas de su piano, siendo una más. Su cara es puro sentimiento, el complemento perfecto para las historias que su piano quiere contar.
Dos horas de pura emoción
Los músicos ocupan su espacio en este auditorio tan particular, y empiezan a sonar los primeros acordes. Marjorie les acompaña en el piano, y la sala emmudece. El ritmo no tiene ni un ápice de tristeza y el concierto se va convirtiendo en la celebración que Marjorie siempre había querido, la misma celebración que llevaba haciendo cada domingo.
Concierto de jazz en el salón Marjorie Elliot al piano ¿Cuántos músicos caben en un salón? Cuidando de los invitados Recital de poesía
Marjorie no está sola. Sus amigos se encargan de que al público asistente (ya convertido en amigos) no le falte de nada, y nos reparten zumo y barritas de granola. La música acompaña ahora a un recital de poesía. Piel de gallina en algunos momentos, y desde luego no es por la ventana abierta.
Nos acercamos a las 2 horas de concierto y, tras un sentido agradecimiento de Marjorie a la banda y a los asistentes, la última canción del concierto va dedicada a una persona especial. Y lejos de ser algo triste, se convierte en una fiesta en la que las personas más próximas salen a cantar, y el resto aplaudimos emocionados.
Marjorie despide uno a uno a todos los asistentes. El placer ha sido nuestro, y dejamos la propina correspondiente muy a gusto. Somos afortunados por haber podido asistir a esta celebración, que aunque se repita cada domingo, cada día es especial. Viajar cura, pero la música también (y une a la gente). Aunque haya una silla vacía, Phil siempre estará ahí, acompañándola en el piano.