Las 8 horas de bus se nos hacen más amenas por un grupo de adolescentes de una escuela internacional de Kuwait que están de viaje. Fuera sigue lloviendo, yo intento dormir. Mi padre me dice al despertarme que hemos pasado por varios charcos de esos que te duchan entero si llevas la ventanilla abierta. Al lado izquierdo se ven los ríos, que bajan con fuerza y de color marrón.
El autobus tiene goteras y noto un chorro de agua encima. Fantástico. Pero miremos el lado bueno: el autobús tiene wifi, el mejor que he cogido en todo Nepal! Hacemos sólo dos paradas, por lo que nos quedamos sin comer al pensar que habría una tercera.
Llegamos a Kathmandú, el viaje ha sido mucho más llevable de lo que esperaba. Ahora ya puedo revelar la estadística que leí unos días antes de venir: «tiene usted 30 veces más posibilidades de morir en un accidente de bus en Nepal que en cualquier otro país del mundo» A eso se le llama dar ánimos!!!
El bus nos deja esta vez lejos de Tamel, por lo que hay que coger un taxi sí o sí,300 rs. Llegamos al Hotel Elite (de ahora en adelante, PC, pensión cucarachera) y hacemos el checkin a oscuras, pues volvemos a estar en franja de corte eléctrico. Habitación en la 5a planta, con baño (occidental!!!) dentro. Está limpia, pese a que las sábanas agujereadas dan idea de los bichillos que debe haber. No pasa nada, para eso llevamos los sacos de lino. Tenemos techo, cama cómoda y esperemos que electricidad por 7$ la noche.
Estamos hambrientos, por lo que buscamos algo not spicy y acabamos en un chino, comiendo dos raciones espectaculares de fideos con pollo por 400rs.
Volvemos al PC para pedir un taxi (ida-espera-retorno) para ir al templo de los Monos, situado en lo alto de una colina y al cual hay que acceder por una empinada escalera de 365 escalones. Pactamos 800rs con el taxista y nos ponemos en marcha. Hace rato que llueve y las calles de Kathmandú se han convertido en barrizales.
Llegamos a la entrada este, desde dónde salen las escaleras. Kumar las señala, dice «problem for Papa», que noa sube a la entrada oeste y se rie. Le digo que ok, que no problem, que las subiremos. Pero papa piensa otra cosa cuando las ve y volvemos corriendo al taxi, a decirle que subiremos en coche. Menudo cachondeo se lleva el tio!
Nos deja en la puerta y aún riendo nos dice que nos esperará abajo. Como en todos los sitios, intentamos entrar pasando de largo la entrada e ignorando los «excusemi, jelou excusemi». Toca pasar por caja, 200rs por persona.
Empieza a llover más fuerte y la chaqueta que compré en Thamel hace su efecto, pero papa se moja bastante. Durante los últimos escalones los monos nos observan desde el muro.
Nos refugiamos en una de las tiendas y parece que amaina un poco. Llegamos a la stupa, más pequeña que la de Boudhnath pero mucho más impresionante, quizás por encontrarse más aislada. Eso sí, los monos son los reyes de este templo. Y sí, son de esos que te roban cosas si las tienes a mano. Bajamos por la empinada escalera, y tengo que reconocer que habría sido dura la subida. Aunque por ese lado no había nadie en la garita, supongo que ya pagas con tu sudor.
Nos recoge el taxista abajo. El cielo adquiere un color rosado… y se ve una montaña nevada a lo lejos!! Le pido que pare, y se rie. No hago foto, pero por lo menos sé que están ahi. Al llegar al hotel le pregunto cuánto era, me dice que 1000rs está bien. Le digo que no, que habíamos quedado en 800, se rie y dice que la espera… nono, la espera estaba incluida! Pero se lo toma a risa y no intenta timarme con el cambio. Ya hay luz en el PC, pruebo si hay agua caliente. Desisto al ver que el agua corre fría, no pasará nada por un día más sin ducha. Dejamos todo lo más recogido posible y bajamos a dar una vuelta por Thamel, entre sus mil tiendas de pashminas y chales de yak. Dejamos cargando cosas en la habitación, aprovechando que hay luz (y eso aquí en Nepal es impredecible!).
Hoy a dormir pronto, que mañana volamos a Varanasi y aún nos quedan cosas que ver
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