«Pokhara, bonita, tenemos tu y yo algo pendiente, tú me debes algo y lo sabes. Tú lo que quieres es que vuelva.»
Asentada junto al lago Pewa, Pokhara es la segunda ciudad más turística de Nepal después de Kathmandú. Su proximidad con los Himalayas la han convertido en la base desde la cual parten los trekkings a los Annapurnas y el lugar ideal para practicar todo tipo de deportes extremos como rafting, puenting, parapente…
Ni el trekking ni la adrenalina nos llevaron a pasarnos 8h sentados (+otras tantas para volver a Kathmandú) en la última fila de un bus para recorrer 200km por una carretera bacheada. Los que seais de ciencias podeis echar números de la velocidad del bus. Lo que realmente nos trajo aquí fue la llamada de las montañas, el poderlas ver tan cerca desde el balcón de casa.
Llegamos sobre las 3 a la estaciób de autobuses de Pokhara, con el mismo cielo blanquecino que nos ha acompañado desde Kathmandú. Nos alojaremos las tres noches en casa de Eola y Bijang, una pareja de couchsurfers, ella americana y él nepalí. Se conocieron en un trekking y surgió el amor. Bijaya está fuera de la ciudad, por lo que Eola nos recibe con un abrazo enorme, como si fuéramos de la familia, y con la merienda preparada: te masala con leche y nutella. Nos sentamos con ella y empezamos a hablar. Bueno puntualizo: yo hablo y hago de traductora simultanea. Pero eso no impide que papa pueda estar en la animada conversación.
Se nos pasan las horas volando y nos dice de ir a dar un paseo por Lakeside, a orillas del lago Pewa. De vuelta a casa pasamos por delante de todas las agencias que ofrecen trekkings y actividades de aventura, así como la cantidad de hoteles, un número desproporcionado para el tamaño de la ciudad. Aquí también hay burbuja immobiliaria.
Esta primera noche seremos 4 en la mesa: nosotros dos, Vikas (un cs indio) y Eola. Papa cocina patatas al horno con huevo mimosa y alioli, pero no queda como él esperaba (aunque de sabor todos coincidimos que está muy bueno).
Lo primero que hago al levantarme es mirar al cielo, pues si el día está claro las montañas están tan cerca que se ven desde el balcón. Blanco. Me autoconvenzo de que igual despeja más tarde y apeovecho que aún duermen para escribir la crónica de Kathmandú, que ya llevo retraso.
Por fin conocemos a Bijaya! Un nepalí canijo simpatiquisimo. Eola nos prepara tostadas con huevos fritos y té masala. Le damos a Bijaya la camiseta roja de Barcelona que me pidió (madre mía para encontrar una camiseta roja de Barcelona que fuera un souvenir decente y no llevara el toro!!!) y le encanta.
Desayunamos los 4 y sin darnos cuenta nos dan las 1030. Biyaja nos llevará en su coche todo el día y se empeña en lavarlo (aunque está reluciente!!!) pese a que Eola le dice que nos vayamos ya.
No se si atribuirlo a la paz que desprenden las montañas, pero no tengo ninguna prisa. En otro viaje ya estaría atacada si a las 11 aún no hemos salido a aprovechar el día, pero aquí parece no importarme demasiado.
Primera parada el museo militar de los Gurkhas (200rs/pax) los militares nepalís al servicio de la armada británica. Trajes, fotos y objetos. «Absolutamente fascinante»(nótese la ironía en mi voz) o mejor dicho, aburrido a más no poder. Pero a mi padre le encanta!!
Cruzamos la calle para ir a la garganta del río Seti (25rs/pax), un río procedente del Himalaya, el caudal del cuál se ha desviado ligeramente para abastecer a la ciudad. Consideran que sus aguas son sagradas y nos echan un poco por encima. La otra parte del cauce pasa por estrechísimas gargantas, también visibles desde este punto.
Bijaya nos lleva a unas cuevas (100rs/pax) que hay delante de las Devi’s falls, unas cascadas llamadas así en memoria de la mujer que se cayó. Ya había leído que la época de más caudal es justo después del monzón, por lo que ahora no vale demasiado la pena visitarlas. En cambio en la cueva hay un pequeño templo hindú en su interior, y andando por un estrecho pasillo (no apto para claustrofóbicos) se llegan a ver las Devi’s.
Ya hemos hecho el ejercicio del día y por fin vamos a probar el plato típico nepalí,el Dhal Bhat: arroz, judías verdes, carnero en salsa y otros vegetales aderezados con especias varias. Bijaya se lo come con la mano derecha,mientras nosotros intentamos clasificar los componentes en función de:
– pica – pica mucho – muerte y destrucción
La gracia de este plato, básico en la alimentación nepalí, es que te van a seguir llenando el plato hasta que les digas que estás lleno, cruzando los brazos por delante de la cara. Bijaya se come dos raciones, mientras que nosotros somos incapaces de acabar con la nuestra.
Nos lleva a Hemja, dónde se encuentra el asentamiento tibetano más auténtico de los tres que hay en la ciudad. Eola nos dijo que cada día a las 1530 hay ceremonia, con trompetas tibetanas y todo, pero nos dicen que los monjes tienen un mes de vacaciones para poder celebrar Losar (año nuevo tibetano con su familia). Vaya, con la ilusión que nos hacía a nosotros! 🙁
De vuelta Bijaya me dice que desde las montañas cercanas a Sarangkot hay una tirolina (zip flight) que baja, alcanzando hasta 140km/h. Me brillan los ojos!! Así que dejamos a papa en casa con Eola y me acerca con la moto a preguntar. Ya dispuesta a pagar las 6500rs (unos 60€), me dicen que justo el día siguiente está cerrada. Gracias Pokhara por seguirme dando motivos para volver!!!
Esta segunda noche somos 6 cenando, los 4 de ayer, Bijaya y Hannah, una chica americana que también había hecho couchsurfing en casa de Eola y Bijaya. Bijaya se empeña en cocinar, vegetales con arroz. De postre helados y pastel de manzana que ha hecho Eola. Acabamos la noche haciendo un círculo de sanación tocando tambores, pues Eola cree que tienen propiedades curativas (tema que da para mucho rato de conversación con mi padre, traduccion de por medio).
Último día en la ciudad. Cielo blanco, mis esperanzas de ver las montañas se van desvaneciendo y me da mucha pena irme sin verlas. Desayunamos los 4, té y los trozos del delicioso pastel que sobró ayer. Hablando en la mesa nos dan las 1130, pero da igual. Hoy subimos a la estupa de la paz, desde la cuál se domina todo el lago y el valle, y en días claros (gracias por recordarmelo) se ven las impresionantes montañas. La subida se hace por un camino de tierra con piedras por lo que no es recomendable alquilar bici o moto para llegar (nos cruzamos con unas japonesas que iban ya empujando la bici en el primer tramo llano). Prometo a papa una cerveza cuando lleguemos arriba (el truco del asno y la zanahoria!)
De bajada pasamos por el asentamiento tibetano Tashi Ling, dónde realizan alfombras y hay un precioso árbol de Buddha ornamentado con todo de banderas de oración tibetanas.
Queremos agradecer a Eola y Bijaya su enorme hospitalidad por habernos acogido invitándolos a cenar. Se nos unen John y Sarah, una pareja ds cs australianos que llevan 3 meses en Nepal y como todos los que hemos pasado por Pokhara, estuvieron en casa de Eola y Bijaya.
Jueves, 7am. Los truenos resuenan en el valle. Nos vamos con tormenta y sin haber visto las montañas. Por delante 8 horas de bus hasta Kathmandu. Nos despedimos de ambos con un enorme abrazo, de esos que curan el alma.
Sin trekking, sin ver las montañas, sin hacer la zipline pero con una de las mejores experiencias de couchsurfing que he vivido nunca, de esas que dejan huella. Sabemos que tenemos una familia en esta parte del mundo.
Sin duda, NOS SOBRAN LOS MOTIVOS PARA VOLVER A POKHARA (pórtate mejor con nosotros la próxima vez!)
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