Es posible que hayais oído hablar del CinqueTerre como «esa zona de Italia con las casitas de colores». De echo, así lo presentan muchas revistas y blogs de viajes. ¡Seguro que ahora ya estáis ubicados!

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Un fin de semana en CinqueTerre
Por suerte los vuelos a Pisa no son demasiado caros y siempre podéis encontrar un chollo en Skyscanner.
Para llegar, cogimos el vuelo Girona-Pisa-Girona por 17€, saliendo un viernes por la noche y volviendo el domingo por la noche, con lo cual teníamos casi dos días enteros para descubrir. El avión llegaba a Pisa a las 23, y nosotros, con nuestras mochilas al hombro, y tras consultar a toda la comunidad Couchsurfing, íbamos dispuestos a dormir en el aeropuerto.
 
En la página de Sleeping in Airports hay reviews de todos los aeropuertos del mundo (no he mirado si también está Castellón), en los que la gente indica los mejores sitios para dormir. De Pisa, ponía que de 1-4am cierran, por lo que la gente duerme en los jardines que hay justo delante. También que más de uno se ha despertado mojado por el aspersor, como si del Camp Nou se tratara. Así que desenrollamos nuestras esterillas, pusimos las mochilas debajo y a dormir. Ventajas de viajar en verano, que con un saco de algodón haces. Y efectivamente, no falló la predicción: a las 5 tuvimos que correr a la terminal al caer las primeras gotas de los aspersores. Y subimos a la primera planta de la terminal para plantar el chiringuito, justo al lado de los enchufes. A dormir plácidamente (entre llamadas de embarque) hasta las 7.30
 
Si alguna vez vais a Pisa, que no os engañen con el taxi/bus/tren al aeropuerto, pues está sólo a 10minutos andando de la estación central y unos 30minutos de la famosa torre. De camino hicimos un pitstop de desayuno, el primer Capuccio del viaje.
 

Experiencia en TrenItalia

Íbamos con tiempo, pero para variar volvimos a experimentar mi historia de amor-odio, que yo pensaba estaba sólo limitada a los aviones y aeropuertos. Pese a llevar impresos los billetes del tren, en taquilla nos dijeron que no tenían el PNR, y que con el número de reserva no podían recuperarlos, que fuera a atención al viajero. Allí había un pc con Internet Explorer (debería estar penado con muerte), desde el que pude reenviarme el mail de confirmación pero oh, no puedes consultar tu mail. ¿Y ústed, señor, me lo puede mirar? – No ¡Gracias Trenitalia por tener un personal taaaaaaaaaaan amable! A 5 minutos de que viniera el tren, y sin billetes (no ibamos a comprarlos de nuevo, ya estaban pagados!), tiré de datos 3G (miedo a la factura) y los pude descargar.

Puedes comprar tus billetes con antelación aquí y evitarte sustos.

 
El trayecto Pisa- La Spezia (base de operaciones para moverse por el Cinqueterre) dura unos 40min si se coge el tren expreso, 1h 10 con el regional. Decir que los sábados hay 2×1 en la web de Trenitalia, pero hay que comprar los billetes antes de las 23.59 del viernes.
En la estación de la Spezia compramos las Cinque Terre Card Treno, el pase que por 12€ te da acceso a todos los caminos, trenes ilimitados y buses dentro del parque, así como Wi-Fi gratuito en las estaciones de tren.  Aunque los trenes van tan llenos como los de aquí un domingo de playa, por lo que es difícil que alguien os pida el billete, no siendo así en los caminos entre pueblos.
 

Recorriendo los pueblos del CinqueTerre

 
Nuestra primera idea era recorrer los caminos en bicicleta. Debido a la falta de información, cuando llegamos a Monterroso al Mare (último de los cinco pueblos), pregunté de nuevo y nos dijeron que en Levanto alquilaban bicicletas. Volvimos a subir al tren, una parada y recorrimos el pueblo de Levanto, pasando por las tres tiendas de bicicletas. En ninguna les quedaban, o si tenían eran de paseo (cuando lo que habíamos visto era BTT). También hicimos el primer helado artesano de la escapada. Volvimos con el tren a Monterosso al mare, para empezar a andar a las 12 del mediodía, con la espinita un poco clavada de no haber podido coger una bicicleta.
 
El Cinque Terre lo forman, como su nombre indica, 5 pueblecitos: Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore. El recorrido se puede hacer en tren (5 minutos entre cada uno), en barco o bien andando. En condiciones normales, el sentiero azurro (nº2), los une en un agradable paseo de 12km al lado del mar.
 
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Mapa dónde salen los pueblos y rutas entre ellos

Monterosso al mare

Y digo en condiciones normales porque, debido a desprendimientos, sólo está abierto al público el tramo del nº2 que une Monterosso con Vernazza. El resto del trayecto se tiene que hacer por caminos de montaña, señalizados, pero que suman un total de 40km. Nuestra primera parada es Monterosso al Mare, para nuestro gusto, el menos bonito de todos. El mar turquesa baña una playa llena de sombrillas, pues la playa de Monterosso es en su mayoría privada. Empezamos a andar, con la idea que 3 km no es nada. El camino empieza a empinarse, aparecen las primeras escaleras que suben entre viñedos. Pronto empieza a sobrar la camiseta, ya empapada en sudor. Quizás hemos tenido suerte que no hubieran bicicletas… Seguimos subiendo, con el mar a la derecha.

Vernazza

Sudados a más no poder, debemos hacer muy mala cara, pues los turistas con quien nos cruzamos nos miran con cara de pena. «Aún queda un poco chicos» nos dice alguno. Cuando al girar la esquina aparece el pueblo de Vernazza, esbozamos una inmensa sonrisa. ¡Es el pueblo de las fotos! Parece de juguete, puesto allí expresamente. Evidentemente, está lleno de turistas, pero no tienes la sensación de que es el Port Aventura italiano, como sí me pasó en Roma.

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Postal de Vernazza poco antes de llegar

Ya era hora de comer, y tras mirar un poco, cayó el plato por excelencia de la gastronomía italiana: la pizza. Hecha a mano y al horno de leña. No nos hizo falta nada más para acabar llenos. Así que la mejor forma de bajar la pizza y el calor acumulado durante la excursión fue ir a la playa. Pero la playa del pueblo es pequeña, por lo que la gente se estira en unas rocas planas que hay a la derecha. No queríamos irnos, pero nos esperaban 4 pueblos más. Unánimente decidimos pasarnos al lado comodón y coger el tren, ya habíamos sudado demasiado.

Corniglia
Corniglia es el único de los 5 que no tiene mar, pues está situado en lo alto del acantilado, sobre las viñas. Desde la estación al pueblo hay un autobús, incluido en la Cinque Terre Card, y que te ahorra una subida de 15 minutos, ya sea por carretera o por unas interminables escaleras. Una vez arriba, nos encontramos con estrechas calles decoradas con muchas plantas. Poco más. Nosotros aprovechamos para el segundo helado del día. ¡Si es que son irresistibles!

Manarola

Corremos hacia el tren, y nos deja en Manarola. Sin duda, el pueblo más bonito de los 5, y quizás el más fotografiado. De allí parte el sendero «Via del Amore», que lo une con Riomaggiore, pero que se encuentra cerrado por derribo. Es normal que se llame así, pues es impsible no enamorarse de este pueblo, dónde las casas se amontonan en el acantilado, y hay algunos restaurantes en la calle principal.

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Manarola, el pueblo de colores
Buscamos un sitio donde dormir. Si hay algo verdaderamente caro aquí es el alojamiento. Recorremos el pueblo en busca de algún rincón resguardado para poder desplegar las esterillas esta noche, ya que decidimos quedarnos aquí en vez de ir a la Spezia. Eso nos obliga a coger el tren hacia Riomaggiore, pueblo que vemos en vuelta rápida, para poder coger el tren de vuelta a Manarola y hacer fotos nocturnas.
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Riomaggiore desde el mar

Los que me conocen saben que soy muy cabezota, y no iba a irme de Manarola sin ESA foto. Aunque implicara coger mesa en un restaurante y salir corriendo, réflex en mano y trípode flexible en la otra, para poder coger la mítica «hora azul», cuando ya se ha puesto el sol pero todavía no es noche cerrada. No era la única en el paseo marítimo, Esto del trípode flexible es un buen invento, pero para verme intentando fijarlo a la barandilla. Eso sí, valío la pena.

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Manarola de noche

Después de cenar, pensamos que lo mejor era dormir lejos del mar, por lo que fuimos a la plaza de la iglésia, que estaba más arriba y resguardada del viento. Así que sacamos nuestras esterillas y desplegamos los sacos de lino que llevamos, metiendo la mochila dentro, y a dormir en un rinconcito de la plaza. Por lo menos tienen la decencia de no tocar las campanas durante la noche, hasta las 7 de la mañana no repican.

Segundo día en CinqueTerre

Nos despierta una fina lluvia, que hacia presagiar algo peor. Adios al día de playa 🙁 Recogemos los sacos y subimos al tren, dirección La Spezia.
Allí desayunamos y compramos los billetes del bus 11P a Portovenere, un pueblecito que nos había recomendado un chico de Couchsurfing. Resulta que si los compras en el estanco cuestan 2,5€, mientras que si los compras directamente en el bus, ¡son 5€!

Portovenere

Portovenere es el pueblecito con todos los yates fondeados en el puerto, las casitas de colores y un campo de waterpolo en la playa. Pero aún y así, tiene su encanto.

Portovenere
Fachadas de Portovenere

En cada portal hay una bandera blanca con la cruz roja, la de Sant Jordi. La curiosidad nos hace preguntar por qué, y nos dicen que los ingleses la copiaron, que la original es la genovesa y que esa es la de Portovenere. Hay una iglesia al borde del acantilado y un castillo. A medida que nos acercamos al castillo, empieza a salir el sol, por lo que no podemos resistirnos a otro baño, cuando a pesar de que lo habíamos dado por perdido.

Portovenere
Paseo de Portovenere

Para acabar el viaje, pasamos la tarde en Pisa, dónde cayó el tercer helado del viaje. Pisa podría ser declarada la ciudad del postureo. No hay turista que no aguante la torre, la abrace, se la cargue a la espalda, salte delante de ella, haga el avión, ponga morritos o se crea Nacho Vidal. Es curioso como está prohibido pisar el césped que hay en el mejor ángulo de la foto, pero no el del resto del recinto.

Mi consejo es que si encontráis una oferta,  no os lo penseis, el Cinque Terre merece muchísimo la pena de visitar y un fin de semana da más que de sobra para verlo.

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Tras esta receta está
Sara
Infectada del virus viajero sin ganas de curarse. Fotógrafa que prefiere viajar sin equipaje. Sinceridad ante todo, escribo sobre experiencias vividas. ¿Te animas a seguirme en mis viajes?

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