En la vida de todo viajero siempre tiene que haber una primera vez: tu primer viaje largo, la primera mochila, tu primera diarrea… Pese a que mi visit a Eslovenia no ha sido la primera, sí ha habido varias primeras veces, especialmente con los alojamientos. El año pasado por estas fechas volaba hacia Mauricio, donde durante un semana me alojaría en un todo incluído, una fórmula que nunca antes había probado (y que para ser sinceros, no me llamaba demasiado la atención).
Y es que desde la oficina de turismo de Eslovenia quisieron que hiciesemos noche en unos alojamientos singulares, aquellos que añaden valor al viaje.
¿Qué es eso del Glamping?
El glamping es un concepto nuevo, surgido a raíz de querer darle más glamour a un camping, dos conceptos que a priori pueden parecer opuestos. Un camping no sería lo mismo sin sus Lolis, los señores espachurrados en su silla, los niños en bicicleta por las parcelas, las barbacoas y las cervezas, los mosquitos y aquel que se lleva hasta la parabólica y ha hecho de su parcela la Nasa. O al menos, esa es la imagen de cualquier camping español un día de temporada alta.
Pues el glamping ha querido reinventar este concepto para hacerlo más cool, de forma que tienes tu merecido descanso. ¡Y vaya si lo consigues!
Llegamos al Herbal Charming en Ljubno tras haber pasado la mañana descendiendo cañones y chapoteando en el agua. El azar quiso que no hubiera nadie más, por lo que cada uno teníamos una de las 10 “tiendas” para nosotros entera.
Hasta ahora para mí una tienda venía con sus palos, su lona (o en su defecto la 2 seconds) y el colchón hinchable con hinchador eléctrico, que uno es campista pero con comodidades. Cuando lo cuentas eres un hereje entre los fans de la esterilla, a los que dices que eso es de pobres y te llaman pija. JA.
Y entonces descubres el glamping: tu tienda no es de lona y cabe lo justo,no. Bigas de madera la soportan, y tiene dos plantas:una cama de matrimonio en el altillo y otra abajo. Todo huele a madera, y hay enchufes. Y secador de pelo, y otros amenities. Entras a la ducha y ves el cielo, pues el techo es de metacrilato. Y oyes las gotas de lluvia como pican contra él, mientras te duchas con agua caliente. Y hay calefacción para las duras noches del invierno esloveno.
Cada tienda tiene un jacuzzi individual en el exterior, para relajarse a 38°C. Y si no te va el agua, puedes sentarte en la silla que hay a la entrada, a contemplar el paisaje verde o leer un libro.Te aburres de tanta contemplación? Prueba a darte un bañito en la piscina central super natural (patina como el demonio, pues se limpia con las propias algas) a 21°C o a pasear por su jardín medicinal, en el cual hay desde fresas a menta, todo comible. O ves a la sauna finlandesa y tira agua a las piedras calientes como si no hubiera mañana. Si buscas el relax máximo, regálate un masaje.
Cuidado que la buena vida engancha. Y para rematar, date un homenaje en el restaurante, gestionado por el hijo de Janez Bratovž, uno de los mejores chefs del país del que os hablaré más adelante. Volviendo al glamping, nada de hacer barbacoas, aquí nos sentamos en la mesa, llena de pequeños detalles, para degustar las obras del chef. Pero la comida rica no termina en la cena, pues para el desayuno nos espera una estación superhealthy y megacuqui.
El coste de este capricho no es tan caro como puede parecer, pues la noche en cabaña (alquiler íntegro, capacidad hasta 5 personas) va desde los 280€ en temporada baja hasta los 320€ en temporada alta, con desayuno buffet incluído. Si vais en grupo y estáis dispuestos a compartir, la noche sale por unos 50€/pax.
La magia de las ecogranjas
La mejor representación de la esencia y tradición del país.
En Eslovenia nos hemos alojado en granjas turísticas una denominación que consiguen aquellos alojamientos rurales dónde crían (para preservar) un mínimo de 3 especies autóctonas. La gracia es su ubicación, muchas veces alejada del mundo, y el poder vivir de cerca cómo era la vida del pueblo o cómo aún perviven algunas tradiciones. Ahora que todo lo eco y bio se ha puesto tan de moda, es el momento perfecto para pasar unos días en una de las muchas granjas turísticas que hay repartidas por todo el país.
La denominación indica también que todo lo que se consume es siempre de km0 (tan 0 como del propio huerto de la casa), incluida la carne. Y eso significa que no debes encariñarte con los corderitos modelo Norit…😭
Para los que venimos de ciudad es una experiencia única y totalmente recomendable, sobretodo por la paz que transmiten y porque nos hace plantearnos si realmente vivir en un gran núcleo urbano, siempre con prisas, es la mejor opción.
Aquí tendemos a considerar el turismo rural como una opción cara, pero en Eslovenia las casas que forman parte de la A>sociación de Granjas Turísticas de Eslovenia tienen todas unos precios de risa, iguales en todo el país. Así pues, el régimen de Bed&Breakfast (¡y qué desayunos, madre mía!) va desde los 17€/pax en los alojamientos de 1-2 manzanas (habitaciones básicas) hasta los 24€/pax de los de 4 manzanas, lo top de lo top. Si también quieres quedarte a comer o cenar, el régimen de media pensión está entre 20-29€.
Nosotros comimos en la >granka Šenk en Jezersko y dormimos una noche en Matk,, ambas rodeadas de un paisaje de infarto.
Lujo asequible en Kendov Dvorec
Si hay algo a lo que no estamos acostumbrados, es a los grandes lujos, ni a dormir en lugares demasiado recargados. Al llegar a Kendov Dvorec de Idrija, tuvimos esa sensación. ¿Qué hace una chica cómo tú en un sitio como éste? En el parking de la entrada, 2 ferraris y un maseratti.
Vino a saludarnos en persona el director del establecimiento, bromeando sobre los coches que hay aparcados. Y es que estábamos a punto de alojarnos en una preciosa casa de 1377 dónde todo estaba cuidado al más mínimo detalle. No en vano el Kendov Dvorec forma parte de la lujosa cadena Relais&Chateaux,, bajo la regla de la 5 C’s (en inglés): cortesía, encanto, carácter, calma y cocina.
Cada uno fuimos acomodándonos en los aposentos dignos de una princesa de un cuento. Tras dejarlo todo en las habitaciones, dimos una vuelta por los pasillos de esta casa señorial de 1377, en la cuál las armaduras de adorno parecían ir a cobrar vida de un momento a otro.
Tras una breve introducción, nos llevan a la cocina, uno de los puntos calientes del hotel. Aquí es donde se preparan a mano uno de los platos más típicos del país, los Žlinkrofi, unos ravioli relleno de patata, cebolla, hierbas, especias y manteca de cerdo o bacon, servido con bakalka (una salsa de cordero o conejo) y espolvoreado con pan rallado. El chef Franci Pivk los tiene por la mano, nunca mejor dicho, y hay quién dice que tienen forma del sombrero de Napoleón, quién vivió aquí durante unos años junto a una de sus queridas.
El hotel se distingue por su comida, y nosotros empezamos la degustación vestidos con nuestras mejores galas y con una cata de vinos eslovenos de la region de Vipava Valley, Gorica Hills o Karst en la que servidora se conforma con zumo de manzana natural. Poco a poco van sacando pequeños platos llenos de sabor, que nos permiten tener una amplía degustación de algunos de los platos tradicionales eslovenos más típicos como la potica rellena con hierbas aromáticas, la bakalca de cordero o el omnipresente struklji, una especia de brazo de gitano relleno de queso fresco y otros ingredientes, según la región dónde te encuentres.
Quizás lo más bonito de haber dormido aquí, fue para mí las vistas desde mi habitación: la iglesia de Spodnija Idrija, Župnijska cerkev Marijinega vnebovzetja (¡gracias Google!), dominando el valle. Por si queréis pasar un fin de semana de cuento, el precio de las habitaciones es a partir de 140€/habitación, en régimen de alojamiento y desayuno.
Love cheese
No, no es ninguna declaración de amor. Pero podría serlo viniendo de mí una adicta al queso en tratamiento. Durante nuestra excursión a Velika Planina tuvimos la ocasión de ver cómo se hace de forma artesanal el Trnič, uno de los quesos más tradicionales, que vienen con historia incluída.
Resulta que los pastores pasaban en el valle largas temporadas, lejos de sus amadas. Durante ese tiempo, hacían queso fresco con una peculiar forma de pecho (pezón incluído), del cuál regalaban dos piezas a la elegida. Si ésta aceptaba el regalo, era la confirmación de su amor. Si no… ¡pobre pastorcico despechado! Cada pastor tenía unos palos tallados con su propio sello, para identificar sus quesos, no fuera a ser que las mozas se equivocasen. Hoy en día hay pocos pastores que todavía lo hacen de la forma tradicional, por eso se intenta enseñar para protegelo.
[box type=»info»] Todas las actividades y la gastronomía se emmarcan dentro del blogtip organizado por la oficina de Turismo de Eslovenia con la intención de dar a conocer los atractivos del país. Queremos agradecer a la oficina el haber contado con nosotros en este viaje y tratarnos tan bien, sin embargo, la opinión expresada aquí arriba está completamente basada en nuestra experiencia[/box]
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