Bergamo es una de esas ciudades injustamente eclipsadas por el efecto Ryanair. Mucha gente utiliza el aeropuerto de Bérgamo como una aproximación lowcost a Milán, sin pararse a pisar esta maravillosa ciudad medieval. Y es un error, porque Bergamo és un destino ideal de fin de semana, y si nos ponemos sibaritas, comer en Bergamo es una experiencia altamente recomendable.
Precisamente fue el encontrar unos vuelos baratos el que hizo decantarnos por Bergamo como primera escapada familiar. Además, teníamos pendiente un viaje a Sicilia que tuvimos que cancelar por la pandemia. Por si tuvieramos pocos motivos, Italia es siempre una opción apetitosa, literalmente hablando. Nuestro estómago tiene muy buenos recuerdos de dónde comer en Roma y Bolonia.
Probando la gastronomía local en Bérgamo
Vamos a ser realistas, este viaje lo preparamos poco. Sea por su corta duración de apenas dos días, por la falta de tiempo con un bebé de cuatro meses o porque yo ya había estado en la ciudad y había hecho todo el qué ver en Bérgamo , la poca planificación se centró en dos puntos puramente hedonistas: heladerías de Bérgamo y lugares dónde comer en Bergamo de forma barata. Y así nos quedó un mapa bastante bonito:
Para ponernos en situación, ya que no vamos a hablar de cómo es Bergamo ni de su historia, hay que decir que Bergamo se divide en dos partes: la città bassa (ciudad baja), o parte nueva, y la città alta, la ciudad medieval a la cuál se accede en funicular, bus o por un bonito paseo por las murallas. Es en la la Piazza Vecchia de la Città Alta dónde los amantes del arte y la arquitectura dudarán en pestañear, no sea que se pierdan algo, sobre todo en la plaza del Duomo, dónde tres edificios rivalizan en belleza por ser el centro de todas las miradas.
Contra todo pronóstico, es posible encontrar sitios dónde comer a un precio decente en pleno centro histórico, la zona más turística y bonita de la ciudad.
Platos típicos de Bergamo
Si tuvieramos que destacar solo dos platos de la gastronomía bergamasca, sin duda serían los casoncelli della bergamasca y la polenta e osei.
El primero se trata de unos raviolis rellenos de tenera, grana padano, salami, pasas y especias, mientras que el segundo es un postre dulce que simula un plato de polenta de maíz, pero en su interior esconde mazapan y un corazón relleno de chocolate, avellanas y licor.
Heladerías en Bérgamo
Debería ser pecado viajar a Italia y no comer helado, no en vano tienen fama de ser los mejores heladeros del mundo. Da igual en la época del año en la que vayas, siempre siempre hay sitio para un buen helado cremoso. ¿Sabías que Bérgamo es la cuna de la stracciatella?
Da gusto pedir helado: cremoso, de porciones generosas y mucho más barato que en cualquier heladería de Barcelona, así que es ideal para ponerse las botas… y dejar la dieta para el lunes. Yo siempre digo que tiene que haber un helado por comida, aunque en este viaje solo probamos dos heladerías de las que había en nuestra lista:
- Il Cherubbino: situada en una plaza muy chula dentro de la ciudad medieval. Ideal para pararse a ver pasar la gente. Sabores básicos pero muy cremosos.
- Frigidarium
- La Marianna. Aquí fue dónde nació originalmente la stracciatella. El local está a las afueras de la muralla, casi al lado de la estación del funicular a San Vigilio, desde dónde se tienen muy buenas vistas de la ciudad, sobre todo al atardecer, cuándo empieza a ponerse amarillenta. El local tiene una bonita terraza y un ambiente pijete, por lo que no hicimos cata de helados.
D’asporto
O lo que vendría a ser lo mismo: comida para llevar, un take away en toda regla. Pasear por la calle principal de la Città Alta, la Via Bartolomeo Colleoni, es una delicia para los sentidos, sobre todo para la vista y el olfato. Obviamente también debe ser un placer para el gusto, aunque nosotros resistimos como titanes a la llamada de los escaparates para evitar bajar rodando hasta nuestro alojamiento.
Pese a ser una de las calles con más movimiento de turistas, a primera hora mantiene la esencia de la ciudad y las tiendas parecen sacadas de cualquier pueblecito italiano. Es fácil quedarse embobado mirando el escaparate de Il Fornaio, una panadería histórica que nos deleita con una gran selección de pizzas al taglio, cada cuál más colorida y con mejor aspecto que la de al lado. Y aquí es dónde se hace realidad el concepto pizza&pasta. ¿Por qué tener que elegir cuándo puedes tener ambas delicias en un mismo bocado?
Muchas ciudades han convertido su centro histórico en un parque de atracciones para turistas, pero Bergamo aún conserva negocios tradicionales en los que, un viernes cualquiera, las señoras van con sus cestos a comprar. ¡Qué nos gusta a nosotros lo cotidiano!
El mejor restaurante de Bérgamo
Viajamos de jueves a sábado, algo que jugaba a nuestro favor en el intento de buscar un menú del día bueno, bonito, barato. Sin sustos ni trampas turísticas. Porque sí, aunque parezca mentira, eso también existe en Italia. Después de bucear por varios blogs, tenía marcados varios puntos en el mapa, tras haber confirmado en sus redes sociales o web (parece mentira que a estas alturas muchos negocios aún no tengan una) que tenían menú.
La Trattoria d’Ambrosio.
En alguna de las búsquedas salió el nombre: Giuliana. Concretamente, la Trattoria d’Ambrosio. Un local con web, menú del día a 12€ (2 platos, agua, vino de la casa y café) y posibilidad de reservar, situado en la città bassa (algo que a priori era bueno, pues pensamos que al estar un poco más alejado de la zona turística sería más económico). Un whatsapp a un teléfono con una foto de perfil incierta que me hizo dudar si tendríamos mesa a la 1 o tendríamos que tirar de una pizzería cualquiera.
Dedicamos la mañana del viernes a pasear por la città alta, sucumbiendo únicamente a la tentación en forma de helado. Pero yo quería que llegase la 1, para ver si me había equivocado o no. Siguiendo las indicaciones de Google Maps, llegamos a la Via Broseta 58, una calle sin más en el que había un local digno de cualquier bar Manolo.
Un local con sorpresa (e historia)
Pero nada más entrar me di cuenta que, como dice el refrán, no se puede juzgar un libro por su cubierta. Un local enorme, con una decoración kisch y abarrotado de figuras y adornos varios. No sabemos si estamos en casa de un coleccionista o en la de tu abuela, la que tenía platos de «Cuenca que hermosa eres».
– Al fondo a la izquierda, por favor.
Pasamos a una sala con terraza interior, con capacidad para más de 100 personas. Salto de alegría internamente, esto pinta bien. Una parte de viajar es conocer las historias, y aquí parece que hay para escribir un libro.
Guitarras electricas se mezclan con bustos de vírgenes y básculas antiguas, mientras unos ajetreados camareros rellenan las botellas de agua en unas fuentes dispuestas a tal efecto.
Primera impresión al entrar ¿Nos llevamos la nutella? La decoración ecléctica del local Camareros en la Trattoria d’Ambrosio
En el interior, hora punta, como si no hubiera habido (ni hubiera aún) COVID. Nos dirigen a nuestra mesa, y nos traen la botella de agua y la jarra de cerámica con vino de la casa, junto con la carta escrita a mano. Toca echar mano del menú online, ya que algunos platos son ilegibles.
Se hace difícil la elección, y yo fantaseo con volver el sábado al mediodía antes de ir al aeropuerto para probar los descartes. SPOILER: el sábado cierran al mediodía, así que toca afinar la elección pues solo hay una oportunidad de acertar. Al final nos decidimos por:
- Casoncelli alla Bergamasca. No podía faltar el plato más típico.
- Gnocchi al Gorgonzola. Estamos en una región con 9 quesos con denominación de orígen protegida. Era obvio que no iba a dejar pasar la oportunidad de probar alguno de ellos.
- Scamorza e Brie gratinati. Elección dura de los segundos, me quedé con ganas de todos. Pero quesos gratinados tienen toda mi atención.
- Manzo all’Olio buonissimo, una carne tipo carpaccio.
Sí, lo único verde de nuestra elección fueron las aceitunas y la salsa del manzo all’olio, pero no íbamos a dejar pasar la oportunidad de probar estos platos. Entre medias, pan y aceite de oliva (¡viva los hidratos!) , por si nos habíamos quedado con hambre.
Mientras comiamos y el peque dormía en la mochila de porteo, los estímulos llegaban de todas partes, el bullicio del restaurante era digno de admirar. Y por supuesto, tenía toda mi atención. Conversaciones, camareros que llevaban veloces los platos del día, que sin ser visualmente demasiado elaborados, dejaban un delicioso perfume tras de sí. Necesito volver aquí.
En esta casa pensamos que siempre, siempre, siempre hay sitio para el postre. Y hay que reconocer que aquí nos equivocamos. Miramos la carta, en la cuál hay productos congelados y otros caseros. Por ese motivo optamos por los cannoli rellenos y el sotabosco, frutos rojos con helado de yogur. No estaban mal, pero por 3€ cada uno hubiera sido mejor un helado.
Cannoli rellenos Vasito de sotobosque
Entre los miles de objetos que decoran las paredes, encontramos fotos de cantantes, futbolistas del Atalanta (el querido equipo local de Bergamo) y otras celebridades. Además de platos, muchos platos. Incluso ET.
Sin duda es un lugar curioso, dónde todo funciona a la perfección pese a la apariencia caótica. Un restaurante que quizás no será el mejor restaurante de Bergamo medido en estrellas michelin, pero por lo menos, auténtico y recomendable lo es un rato.