En los años sesenta, y bajo la campaña de «Spain is different», el turismo en España vivió un boom con un crecimiento sin precedentes. Pese a estar aún immersos en plena dictadura, se empezaban a abrir las puertas hacia el exterior: era nuevo, barato y soleado, los ingredientes de un cocktail perfecto. Alguien se dió cuenta que el sol y playa vendían (y mucho) y se lanzaron los primeros planes del desarrollo, bajo la premisa de desarrollo ilimitado, con el único objetivo de incrementar las visitas.
Muchas localidades se subieron al carro al ver que el turismo crecía y dejaba dinero, y empezaron a edificar a lo grande, pasandose la (todavía inexistente) ley de costas por dónde les dío la gana, dejando de lado su esencia para crear paraísos de hormigón clónicos que satisfacieran las necesidades de los visitantes.
Seguro que ahora mismo tenéis todos en mente la famosa frase de Alfredo Landa «Qué vienen las suecas»en la película Amor a la española, o películas de Paco Martínez Soria como El Turismo es un gran invento, que reproducen lo que significó para muchas localidades la llegada del turismo extranjero.
Visitar Lloret de Mar: más que sol y playa
Lloret de Mar, como tantas otras localidades de la costa catalana, creció centrada en recibir este tipo de turismo, y esa es la imagen que muchos aún teníamos de ella, incluso los que vivimos relativamente cerca (Barcelona se encuentra a poco más de una hora de ésta). De echo, las estadísticas no mienten y es la 5ª destinación de sol y playa de España en número de plazas hoteleras, con más de 30.000 plazas repartidas en más de 121 hoteles, que se dice pronto.
Sin embargo, hace poco he comprobado que solo hace falta alejarse un poco de la calle principal, llena de discotecas, hoteles y tiendas de souvenirs, para ver que Lloret es mucho más que sol y playa, aunque hay que querer mirar más allá para maravillarse ante todo lo que Lloret tiene para ofrecer al visitante curioso. Sigue leyendo para descubrir 6 motivos para visitar Lloret de Mar ( que igual desconocías) . ¡Créeme, te sorprenderán!
1. Descubrir su rico patrimonio cultural
Poblados íberos
Aunque no te lo creas, Lloret de Mar ya existía antes de la invasión turística, de echo muchísimo antes. Los inicios de Lloret datan del siglo III-V a.C y en los tres yacimientos arqueológicos de la ciudad se han encontrado casas, objetos y cerámica que reflejan el paso de los griegos por nuestra costa.
La Costa Brava se caracteriza por sus acantilados que mueren en el mar, dificultando el acceso a los atacantes, pero aún y así los íberos construyeron torres de vigilancia para protegerse del enemigo. El Yacimiento del Turó Rodó se encuentra sobre un reducido promontorio peninsular de 40 m de altura, justo detrás del icónico castillo de En Plaja, con vistas a la playa (¡¡llamádles tontos!!). Aunque el más grande es el de Montarbat, que data de la misma fecha y tiene murallas y torres defensivas.
La Ruta de los Indianos y patrimonio modernista
Fueron muchos quienes a principio del sXIX decidieron partir hacia las colonias españolas al otro lado del Atlántico, con la esperanza de encontrar una vida mejor. Tras años de duro trabajo, algunos volvían a sus localidades natales cargados de fortuna, y se hacían construir casas de reminiscencias coloniales, en el jardín de las cuales plantaban palmeras para no olvidar el lugar que les había hecho ricos.
Se dice que su apuesta por la industria provocó la Revolución Industrial, mientras que su afan por afirmar su status dejó en gran parte de las localidades costeras catalanas una gran muestra de mansiones señoriales que mezclan los estilos modernista, ecléctico y neoclásico. Con la intención de dar a descubrir este patrimonio, cada sábado a las 10 se organizan visitas guiadas por el centro de Lloret con coste de 5€, que incluyen visita a la Casa Font, una casa señorial de marcado carácter modernista.
Pero si hablamos de modernismo, no podemos irnos de la localidad sin visitar su cementerio, que no solo conserva un gran legado indiano, sino que además participó en su diseño el arquitecto Puig y Cadafalch, contemporáneo de Gaudí y famoso por haber construido la casa Ametller o la casa de las Punxes, ambas en Barcelona. El cementerio de Lloret de Mar puede considerarse uno de los conjuntos con muestras más significativas de lo que fue el arte funerario catalán del periodo modernista
Aunque sin duda la obra maestra del modernismo de Lloret la encontramos en la Iglesia de Sant Romá, aunque a mí no me diera tiempo a visitarla. ¡Su cúpula cubierta de azulejos de colores parece sacada de un cuento!
2. Probar un Daiquiri
¿Cómo que probar un Daiquiri? ¿No habíamos quedado que íbamos a visitar el Lloret no fiestero? Sí, toda la razón, pero es que la historia de esta bebida va inevitablemente ligada a la de Lloret de Mar, y no se puede hablar de los indianos sin hablar de su bebida más famosa, aunque ahora se pueda degustar en cualquier lado del mundo.
Cuenta la historia que el loretense Constantí Ribalaigua llega a Cuba en el año 1914. Cuatro años más tarde se convertiría en el nuevo propietario del Floridita, el restaurante de La Habana que pronto se conocería como «la catedral del daiquiri», y a Constantí Ribalaigua, como «the cocktail king» (el rey de los cócteles), al haber difundido por todo el mundo la moda del daiquiri, tras inventar el daiquiri helado. ¡Fíjate si llegó a ser importante que hasta Hemingway dejó una mención manuscrita!
«Mi mojito, en la Bodeguita; mi daiquiri, en el Floridita».
Con referentes así, ¡normal que Lloret esté orgulloso de ser la cuna del Daiquiri! Durante nuestra estancia tuvimos un taller a cargo de Manel, de El Tinglado de Manel, que nos contó la historia en uno de los lugares más espectaculares de la ciudad: los jardines de Santa Clotilde.
3. Relajarte en los Jardines de Santa Clotilde
Quizás sea uno de los rincones más tranquilos y sorprendentes que he visto en mucho tiempo, sin duda un lugar imprescindible a visitar en Lloret de Mar. A 15 minutos andando del centro y colgados sobre unos acantilados (como prácticamente todo en la Costa Brava), se encuentran los Jardines de Santa Clotilde, una muestra del movimiento novecentista catalán.
Es una delicia caminar por sus calles bordeadas con cipreces y vistas al mar, o simplemente sentarse en un rincón a escuchar la brisa marina. Si tuviéramos que hacer una lista de los ríncones más instagrameables de Lloret de Mar, seguro que ocuparía el primer lugar, así como en el de lugares para pedir matrimonio , con el mar de fondo. La entrada a este bello jardín cuesta 5€.
4. Disfrutar de sus playas
Lo sé, he dicho que Lloret era más que sol y playa. Pero siendo unos enamorados de las playas de la Costa Brava, ¡no hablar de ellas sería pecado! Lloret cuenta con dos playas grandes, la de Lloret y Fenals, que son largos arenales dónde en temporada alta no cabe ni una toalla. Una de las cosas que más nos gusta de la Costa Brava (aunque muchos lo odian) es que las playas no son de arena fina, sino gruesa, de esa que no te reboza y te puedes sacudir enseguida.
Pero nosotros no vamos a hablar de las playas más urbanas de la localidad, sino de las calas que hay a pocos kilómetros del centro, esas en las que no hay servicios y para llegar debes andar un poco por la montaña. El paseo y el sudor merecen la pena, cuando entre los árboles se abren poco a poco vistas como las de Sa Boadella, que nada tienen que envidiar a las playas paradisíacas de Formentera.
Aunque nuestra favorita es Cala Morisca, situada entre Lloret de Mar y Tossa, una de las últimas playas vírgenes del litoral catalán totalmente de piedra y en la que no deben caber más de 10 toallas en hora punta. El agua es cristalina y recomendamos llevar zapatillas de roca para no desoyarse los pies, aunque si tienes duricias no te harán falta.
4. Hacer senderismo en el Camí de Ronda
Si como el Residente no te gusta demasiado eso del «vuelta y vuelta» en la playa y eres más de montaña, estás de suerte porque existe un sendero de gran recorrido, el GR92, que recorre el litoral mediterráneo a lo largo de 590 km, desde la frontera francesa hasta Vinarós. En la Costa Brava recibe el nombre de Camí de Ronda debido a que lo recorrían los guardias o patrullas resiguiendo la línea de la costa para vigilar el contrabando y el tráfico de embarcaciones. Es una de las rutas más míticas y bonitas del territorio catalán, pues permite recorrer la costa brava en varias etapas, algunas de ellas requieren buena forma física. Siempre hay que seguir las marcas blanquirojas que nos señalizan el camino correcto.
No es así el caso del tramo situado entre las localidades de Lloret de Mar y Tossa, que tiene una longitud de 13 km y un desnivel de 800, transcurriendo entre pinares y acantilados. Desde la oficina de Turismo organizan cada sábado salidas guiadas de marcha nórdica, con una duración aproximada de dos horas y un coste de 5€ para recorrer este tramo del litoral a la vez que nos cuentan la historia.
Aunque el vídeo no corresponde al tramo de Lloret-Tossa, os dejamos el trozo que hicimos nosotros para que os acabáis de convencer que vale mucho la pena.
5. Realizar alguna actividad acuática
Es innegable que Lloret vive del mar. Después de una caminata, lo que apetece es darse un chapuzón. Pero en Lloret hay muchas más opciones, como las salidas guiadas ofrecidas por Lloret Nature de kayak individual, doble, snorkel o submarinismo. Sabiendo que el kayak y yo no somos demasiado amigos después de la experiencia de Dubrovik y que me mareo en una colchoneta en una piscina, decidí darle una oportunidad al snorkel, que salía desde el Xatrac – Casa del Mar, situado al final de la playa de Fenals. Pese a ser mayo, el agua de la Costa Brava siempre está fría, así que fue un alivio ver que haríamos la salida con neopreno, aunque luego ponérselo costara la vida.
Durante la salida las guías nos esperaban y nos enseñaban elementos de la fauna autóctona, aunque yo perdí la concentración debido al vaivén del oleaje y a que mi tubo se llenaba de agua, por lo que opté por abandonar antes de tiempo en cuánto tuve ocasión. La recompensa: volver al punto de inicio andando por las rocas de mi querida Costa Brava, no apto para pies delicados. Ya he comprobado que yo el mar, para darse un bañito y poco más, pero la experiencia fue muy chula.
6. Tomar un descanso
Entre daiquiris, caminos de ronda, accesos a playas perdidas y algún que otro daiquiri, es posible que quieras descansar, y eso también es posible en Lloret de Mar, aunque no te lo creas.
En la piscina del hotel
En primer lugar, prácticamente todos los hoteles en Lloret de Mar tienen piscina (muchos de ellos también cuentan con instalaciones de spa) a un precio asequible, así que después de tanto tute puedes bajar a darte un bañito o a leer en las tumbonas. Yo me alojé en el Hotel Samba y me quedé con ganas de probar la piscina, aunque no sea una Michael Phelps
Deleitándote en un buffet
¿Qué mejor forma de reponer fuerzas que llenando la panza? Los buffets tienen fama de servir más a la vista que al estómago, y más en localidades turísticas, por eso nos sorprendió muy gratamente el buffet del restaurante del Hotel Delamar, con todo tipo de platos mediterraneos que dificultaban (y mucho) la elección. Estación de carnes, de marico y una barra de postres para los más golosos, entre los cuales me encuentro.
Unas copas en la mejor terraza de Lloret
Precisamente esto fue lo que me dijo una amiga que vive en Lloret de Mar cuando le dije que la gala del aniversario sería en Átics la Carpa. Y razón no le faltaba, pues se trata de una terraza colgada sobre el Mediterráneo que se convierte en el lugar perfecto una vez empieza a caer el sol, aunque la puesta no sea visible desde aquí. Poco a poco se van encendiendo las luces de la ciudad y de la propia terraza y tu conversación va acompañada por el sonido del mar.
¡Con todos estos motivos, estamos convencidos que no podíamos haber escogido mejor lugar para la celebración del 5º aniversario de la asociación de Barcelona Travel Bloggers!